En estos meses votantes de Juntos por el Cambio nos han reclamado, a los que somos dirigentes o militamos o trabajamos en partidos de la coalición, hacer una oposición más fuerte, más vigorosa y más activa frente al Gobierno, con más presencia pública y más firmeza frente a la radicalización del Gobierno. Lo vemos en las redes sociales, lo vemos en los zooms partidarios con gente de todo el país y lo vemos en las respuestas a los emails que mandamos desde PRO a nuestra base de voluntarios. (Aclaro que hablo más de la situación del PRO que de los otros partidos de JxC porque es donde trabajo y el lugar que conozco mejor.)
Voy a tratar de responder estas cuestiones en cuatro puntos, que incluyen una descripción del momento en el que está la oposición, la influencia de la pandemia, cuáles son los lugares donde se ejerce la oposición y por qué creo que algunas de nuestras principales figuras han preferido el silencio.
Antes de eso, quiero decir que esta vitalidad de nuestros votantes es una gran noticia para el PRO y para JxC. Está bueno que nos empujen, que nos demanden, que nos saquen de la comodidad y nos obliguen a ser mejores. Aquel espíritu del 40%, del Sí se Puede, está vivo y sus mensajes no sólo deben ser escuchados por el Gobierno sino también, especialmente, por la oposición.
1.
Tanto para el PRO como para JxC el 10 de diciembre empezó una etapa nueva. El PRO nació con el proyecto claro de Macri Presidente y eso ordenó sus prioridades durante una década hasta 2015, cuando finalmente lo logró y después co-gobernó cuatro años. Lo mismo para Juntos por el Cambio, que nació a principios de 2015 como una alianza electoral para ponerle fin al populismo y se convirtió con los años en un bloque parlamentario sólido y una coalición de hecho con creciente afinidad personal y conceptual entre sus líderes.
Desde el cambio de gobierno la situación es distinta. A mí me gusta decir que esta es la entrada del PRO en la adultez, como partido político normal, sin el objetivo único y ordenador que lo guiaba antes. Y para JxC también es una nueva etapa. Cumplido el objetivo inicial y la convivencia en el gobierno (sana, a mi juicio, dadas las circunstancias y los pronósticos), el desafío ahora es cuidar la democracia, representar los casi 11 millones de votos obtenidos en octubre y buscar sacar más el año que viene.
En esta transición era natural que se produjeran reacomodamientos, exploraciones y recriminaciones, sobre todo después de una derrota electoral. Había heridos que necesitaban ser atendidos, lecciones que debían ser aprendidas, convicciones que debían ser realimentadas.
Mi sensación es que ese proceso está casi terminado y que es unánime el convencimiento, dentro del PRO y de JxC, de que para volver a ganar y para hacer una oposición efectiva lo más importante es mantener la unidad. Con unidad se puede todo, sin unidad no se puede nada. Dentro del PRO y de JxC, esta convicción está mucho más clara ahora que hace dos o tres meses.
Entonces, reconociendo este marco (la unidad como requisito indispensable para volver a ganar), podemos reconocer las distintas miradas, los distintos temperamentos y las distintas realidades de cada uno sin que esas diferencias sean vistas como amenazas a la estabilidad del partido o de la coalición. La diversidad de opiniones no es una debilidad de nuestro espacio, sino una fortaleza.
2.
Otro punto importante para explicar el tono de la oposición en estos seis meses es la disrupción provocada por la pandemia, que en marzo y abril generó un clima de colaboración entre los distintos partidos políticos y una demanda de los propios argentinos para que los dirigentes trabajen juntos en la emergencia sanitaria.
Es lo que hicimos, sobre todo en aquellas primeras semanas del aislamiento, cada uno desde el lugar que le tocó. Horacio Rodríguez Larreta en la ciudad, concentrado en el mayor desafío sanitario de Buenos Aires en más de medio siglo (o más) y los otros intendentes del PRO se encontraron en la primera línea de combate contra el virus.
A medida que fueron pasando las semanas, y que el Gobierno empezó a enojarse con cualquier que planteara una alternativa a su estrategia sanitaria, basada en el aislamiento obligatorio, y a enojarse incluso con el propio Horacio, a quien dirigentes oficialistas criticaron duramente apenas tuvieron la oportunidad de hacerlo, aquel pacto tácito inicial sobre la relación entre Gobierno y oposición empezó a resquebrajarse.
3.
A veces entiendo el reclamo por una oposición más vigorosa como algo que se dirime sobre todo en los medios y las redes: una oposición menos “muda”, que ocupe más lugares relevantes en la televisión y la radio y que represente a viva voz y sin complejos lo que sienten nuestros votantes. Para este punto tengo dos sub-respuestas.
Una es que muchos de nuestros dirigentes (no todos, obviamente) han estado muy presentes en los medios en estos meses, dentro de las limitaciones que pusieron la pandemia y ser oposición. Y que cada uno lo ha hecho según su personalidad y su trayectoria, algo que debemos ver como algo positivo: está bien que convivan en el PRO y en JxC distintas maneras de hablar de los temas, porque nos permite llegar a grupos distintos de votantes.
La segunda es que el trabajo de una oposición fuerte se define en una multiplicidad de escenarios, no sólo en las apariciones públicas de sus dirigentes. El trabajo de estos meses por reforzar la unidad y adaptarse a la nueva etapa ofreció resultados concretos en, por ejemplo, el Congreso, donde, a pesar de los intentos oficiales por reducir su actividad al mínimo, el bloque de JxC logró enviar señales fuertes y convertirse en un freno a los intentos del oficialismo por pasar el rodillo institucional. En Diputados, en la única votación disputada e importante del año, el oficialismo tuvo que llamar de apuro a Daniel Scioli para que ocupara su banca abandonada. En el Senado, cuando el oficialismo necesitó los dos tercios de los votos, no los consiguió, y quedó claro el mensaje hacia el futuro, especialmente en la designación del nuevo procurador.
Con esto quiero decir que, a pesar de los fuegos artificiales y los globos de ensayo, la oposición ha logrado ponerle un límite al oficialismo en sus intentos de avasallamiento institucional y hacerle postergar otros, como la reforma judicial o la ampliación de la Corte Suprema, porque saben que no les será fácil, en este clima social y contra esta oposición, hacerlos pasar por el Congreso. La (hasta ahora) fallida expropiación de Vicentin es otro caso de firmeza política y social para revertir un anuncio.
Último punto sobre este tema: estamos es un juego largo, que no se define en los temas de cada día y que requiere paciencia y coordinación (probablemente más de la que tenemos hoy). Por eso, aunque la presencia pública de nuestros dirigentes es relevante, es importante tener otros procesos en marcha, menos públicos, menos llamativos, que ayuden a consolidar la unidad de JxC. La unidad no sirve sólo para ganar, también sirve para proteger las instituciones.
4.
Sobre el silencio de algunos de nuestros dirigentes principales, sobre todo Mauricio y María Eugenia, que hasta ahora tuvieron pocas apariciones públicas. Me parece entendible que quienes gobernaron no estén hoy ocupando la primera línea de defensa, desgastándose inútilmente. Es positivo que piensen estratégicamente, a mediano y largo plazo, esperando el mejor momento. Y no dudo –y nadie debería dudar– de su compromiso con la política y con el futuro del PRO o de JxC. Su objetivo, como el de todos, es volver a ganar y seguir transformando el país.
Por otra parte, la ausencia pública de Mauricio y María Eugenia en estos meses permitió hacer crecer las figuras de nuestras autoridades partidarias y parlamentarias, quienes institucionalmente están llevando las riendas del PRO y de JxC. Es una buena noticia para un partido y una coalición que haya una variedad de dirigentes que puedan representarlos bien, con su propia voz y mirada, en la conversación pública.
Conclusión. La oposición está unida y está fuerte, comprometida con proteger las instituciones y prepararse para dar la pelea electoral el año que viene. Si es no se ve más en los medios de comunicación es por las razones que intenté explicar más arriba: porque estamos saliendo de un período de transición, por la pandemia, porque hay otras actividades importantes que hacen al trabajo político y porque algunos de sus líderes están esperando el momento adecuado para hacerlo.
Consensos de esta etapa son la unidad en la diversidad –miradas distintas que comparten una convicción esencial– y la idea de pensar la transformación del país como un proceso largo, que empezó en 2015, continúa y continuará, a veces con JxC a cargo el gobierno y a veces no.
En definitiva, soy optimista, aunque admito que siempre fui optimista con JxC. Admito también que tenemos mucho para mejorar, en la coordinación, el volumen y la frescura de nuestra comunicación. Pero creo que estamos bien, acompañados e impulsados por una parte importante de la sociedad, que comparte nuestros valores y a veces nos muestra el camino.
Y cada día más seguro de que el oficialismo tomó nota de esta fortaleza y que lo frustra saber que muchos de sus proyectos disruptivos van a tener que ser guardados, al menos temporalmente. Al peronismo no le gustan los partidos parejos cuando está en el poder. Pero esta vez es lo que le tocó.